sábado, 14 de marzo de 2009

De ciudadano a consumidor pasando por espectador



Cuando Adorno y Horkheimer definieron el concepto de industria cultural para explicar la mercantilización de la cultura y su papel en la reproducción simbólica del capitalismo en la sociedad de masas, adelantaban un proceso en el que se generalizaba el acceso al arte entre los ciudadanos a través de técnicas de marketing y de seducción que ponían a las puertas del subconsciente el "caramelo" de la felicidad a través del consumo de masas. Lo que no evidenciaron era la posibilidad de que el consumidor, el espectador expuesto a los productos culturales de masas, terminarían supliendo al propio ciudadano, ocupando el espacio público hasta tal extremo que el sistema democrático se transformara en un "zoco" de intercambios de productos mediático-políticos de cuya compra o adquisición se deriva una inclinación política implícita. Las obras de arte, en la época de la reproducción masiva de objetos culturales, se convierten en un conductor de ideología de masas... Los políticos de las democracias occidentales se han transformado en productos espectaculares, en modelos, rockeros y cantantes que venden su música para difundir un mensaje. Berlusconi y Sarkozy son los máximos exponentes de este modelo de político-rockero... el Papa, en sus encarnaciones recientes desde Juan Plablo II, redescubrió ese mecanismo de masas dedicado a expandir el mensaje del cristianismo; y ha marcando tendencia. Se ha impuesto la estética de los concieros masivos en plaza pública, catársis estética al servicio de la propaganda. El régimen de la Alemania Naci fue el primero en utilizar las herramientas de la comunicación de masas (la radio) al servicio de la propaganda ideológica... y también recurrió al espacio (plaza) público simbólico para reunir a las masas y crear estados catárticos que reforzaran la manipulación de las masas. Un ejemplo de ello fue la construción del ágora conocida como Thingstätte de Heidelberger.
En Valencia hemos disfrutado este año de dos eventos de catarsis político-espectacular: la Copa Ámerica y la Formula 1; dos espectáculos de masas, convertidos en negocios pero representados en el espacio público al que todos los ciudadanos estaban de manera más o menos explícita invitados previo págo. Y hemos vivido como se ha generalizado la utilización partidista de "foros" que brindan las televisiones públicas y las nuevas emisoras de TDT distribuidas en aparentemente amañados y prevaricados concursos públicos. Algunos esperan que siga el espectáculo... y la confección de trajes a medida. Las industrias no dejará de producir mientras haya público dispuesto a comprar su relatos.

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