domingo, 15 de febrero de 2009
Periodistas con pistolas
En las sociedades sometidas a situaciones de inenstabilidad democrática y de violencia más o menos explícita como herramienta de control social, los medios de comunicación de masas son un arma más en la batalla por el poder y por la opinión pública. Si existen resquicios para la movilización social, la fuerza de los medios aumenta, pero también su vulnerabilidad. Filipinas es un ejemplo de esas sociedades con democracias debilitadas por los intereses de las oligarquías y por la necesidad de mantener bajo control las tensiones de político económicas que pongan en cuestión el poder establecico. Los periodistas asesinados se cuentan por decenas, sobre todo entre periodistas locales. La alternativa a ello, y ante la inacción del estado, por dejación o por incapacidad, ha sido la decisión de varias asociaciones profesionales de prensa de entrenar a los periodistas en el uso de las armas de fuero... Periodistas filipinos aramados con sus ordenadores, una pistola en el cinto y el cuerpo protegido con un chaleco. No se trata de un debate nuevo, pero no deja de caer en nuestras conciencias como una piedra. En ocasiones, los chalecos y las armas pueden no servir para proteger la libertad de expresión, pero sirven para garantizar la defensa de la vida de quienes se saben en peligro. El problema es que, en esta situación, el protagonismo de la palabra, y la pluralidad y libertad de acceso a la información queda en segundo lugar para ocupar el protagonismo el ejercicio de la fuerza, aunque esta sea con una finalidad defensiva. Quien necesita de un arma para defender sus derechos fundamentales no es más libre que el que está a merced de la muerte, es prisionero de su necesidad de utilizar la violencia para poder expresarse. En otros contextos, la pistola es sustituida por el miedo a perder el trabajo, la necesidad de mantener el control de una línea editorial o la voluntad de garantizarse un respaldo seguro. En todo caso, una mecánica automática de expulsar plomo se convierte en el medio de regular la libertad de expresión. La soledad de los profesionales es infinita. El periodismo es un trabajo complejo, extrañamente cruel y difícil de ejercerse de manera inmaculada, pero sobre todo, es un trabajo arriesgado, en lo ético y en lo físico.
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