La crisis económica se extiende a la misma velocidad a la que se extiende el pánico entre los ciudadanos (¿estará mi dinero seguro?). Las crisis de confianza sólo son superables a partir de información, información fiable, información accesible. Sin embargo, las sociedades capitalistas de Occidente se han desayunado con la terrible "noticia" de que la información con la que han estado gestionando su dinero y, por tanto, sus vidas (no hay vida sin dinero, luego el dinero es la vida) era información "basura". El problema de esta estampida de pánico no son las "hipotecas basura", sino las "informaciónes basura". De pronto, nos hemos despertado de un sueño que parecía eterno y hemos descubierto que nos rodea la basura informativa, que la basura está por todas partes. Y el problema es que, para solucinar la crisis, los gobiernos de las democracias occidentales han decidido solventar el problema inyectando más dinero en el sistema... pero de información en la que podamos confiar nada. Posiblemente porque ellos también estén hasta el cuello de información basura.
Recientemente un amigo me decía que su fondo de pensiones se había desmoronado y que había perdido todo lo ganado en diez años y un poco más. Se fue cara a su banquero "¿por qué no me has dicho que mi fondo estaba por el suelo, lo hubiera sacado?"; el banquero le respondió "no me lo preguntaste". Conclusión, el cabrón del banquero sabía que mi amigo se estaba arruinando, pero no se lo preguntó nadie. En Occidente nos hemos acostumbrado tanto a no hacer preguntas sobre lo que ocurre más allá de nuestras fronteras de opulencia y pantagruelismos consumistas, que estamos condenados a extinguirnos sin intercambiar una sola pregunta entre nosotros. No hay preguntas, no hay salvación.
Paradójicamente, la sociedad de la información, es la sociedad "sin información" o mejor dicho, la sociedad sin preguntas y sin respuestas.
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