El paisaje tras la estupidez especulativa ha convertido a España (y de manera especial a la costa Mediterránea) en un lugar común para la creación contemporánea, para la reflexión ética y estética. En el día a día, la necesidad de sobrevivir a la ignominia que nos rodea, ha hecho que, a la estulticia, hayamos sumado, como rasgo diferenciador de la ciudadanía, la ceguera. Sin embargo, artistas y poetas de la realidad obtienen de nuestro paisaje del desastre reflexiones y procesos creativos que sorprende y que, como decía, se convierten en lugar común. Rafael Argullol comenta hoy, bajo el inspirado y bosquiano título de El jardin de las delicia el trabajo de la arquitecta Julia Schulz-Dornburg Ruinas modernas. Una topografía del lucro (editorial Ambit), un inventario fotográfico que repasa los "monumentos" más destacados de la especulación urbanística. Un trabajo que bucea con ayuda de los textos (entre ellos el de Argullol) en la poética textual y plástica que rodea las ruinas modernas, los proyectos inacabados, las obras imperfectas. Sobre ese colapso, sobre la poética, pero también sobre la ética que rodea los abandonados espacios públicos, trata la intervención en el Museo Reina Sofía de Hans Haacke, Castillos en el aire. La intervención se enmarca en una retrospectiva de un artistas esencial en el Documenta de Kassel desde los años 60 y con una trayectoria y una obra centrada en la conexión entre arte y entorno social, comprometida con el medio, con la actividad económica del hombre y sus consecuencias. La exposición de los años 70 sobre la especulación inmobiliaria en la isla de Manhattan muestra un compromiso extenso e intenso. Las consecuencias de la acción del hombre sobre el paísaje y sobre el espacio público son un eje conductor de la obra de muchos artistas que asumen su trabajo como parte de un compromiso, y no sólo como un ejercicio estético. Posiblemente, Hans Haacke sea un referente para artistas como Daniel García Andujar, del que recuerdo una intervención contundente sobre especulación y corrupción inmobiliaria en la colectiva Tur-ismos, la derrota de la disensión organizada en la Fundación Tapies.
Este paisaje, preñado, este paísaje tras el desastre, es un lugar común global que nos permite reconocernos como depredadores incontrolados. Eso y que lo imperfecto, lo inacabado, lo incomprensiblemente desproporcionado genera atración al vacío. Nos reconocemos en el abandono y la ruina, también en la puerta abierta a explorar. Como niños que, bajo el sol del medio día, buscan un lugar para explorar en la periferia y lo encuentra en una un solar abandonado, una calle sin salida, una realidad a medio crear.
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