sábado, 10 de octubre de 2009
Obama y el Nóbel: si todo funciona
La concesión del Premio Nóbel de la Paz a Obama es el gesto más eficaz que se puede planificar en materia de construcción de imagen pública. Mucho más si lo que se consigue es que le concedan a un personaje público un galardón de esa trascendencia mediática en función de los proyectos y logros que se le supone acometerá en el futuro. Es tanto como dar le Nóbel de medicina a un laboratorio bajo la expectativa de que descubra una vacuna contra el cáncer en los próximos decenios... La operación de máketing global sería absurda si no fuera... desesperada. Evidencia que Obama ha ganado unas elecciones pero tiene una capacidad de decisión cero en EE.UU. Está tan atado de pies y manos que necesita de un refuerzo externo al país al que representa para no perder definitivamente capacidad de intervención en la agenda política mundial. En realidad, eso no es nada nuevo... Grandes personajes necesarios y trascendentes para la humanidad han tenido que ser respaldados y protegidos en su acción pública (y creativa) fuera de los EE.UU para sostener sus proyectos. Como Woody Allen, que con su maravilloso y revolucionario nuevo film (en realidad una reescritura de su obra maestra Manhattan) no ha conseguido cubrir en la recaudación americana ni tan sólo el coste de la película (ha recaudado 11 de los miserables 15 millones de dólares que ha costado la producción). Sin embargo, su mensaje, como el de Obama, será rescatado en Europa y ahí, sí podrá sobrevivir... Como Obama, Woody Allen espera que el premio del público europeo refuerce ese llamamiento al amor sin complicaciones que es su último estreno (Whatever works/Si todo funciona). Algo así debe pensar Obama y los asesores mediáticos de su premio Noble... si todo funciona, qué más da cómo y con quién lo hagamos.
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