miércoles, 14 de diciembre de 2011

Defensa, trajes, inocencia y física cuántica


La defensa jurídica, como discurso, se sutenta sobre la construcción de realidades mentales tan sólidas como los universos paralelos... Nadie puede aspirar a una buena defensa, a una defensa eficiente que le abra la puerta de la absolución, si no cree que es inocente, a pesar de que pueda no serlo, si no se convence de que, para salvarse, ha de ser otro, sin dejar de ser uno mismo. Si lo que se juega un acusado en el juicio es la pérdida de una acendrada acumulación de capital, prestigio y bienes... (no digamos si es la libertad) cualquier estrategia sirve para acceder a la puerta de la absolución sin perder ni los bienes ni el prestigio, pero la primera, la esencial, es convencerse de que el que llevaba relojes de lujo a costa de supuestas tramas de corrupción no es el que se presenta ante el juez, sino otro, simultáneo, pero otro.
Las declaraciones de Camps y de Costa, se sustentan de manera muy clara en la esperanza de que el jurado popular y la sociedad que se sienta frente al caudal de imágenes y noticias del juicio, crea en su entidad dual. Sus conversaciones telefónicas, grabadas por la policía, resuenan en la sala como el eco de una realidad paralela que pasa por encima de sus rostros sorprendidos, oscuros, desencajados, "inocentes"... Esas voces sí, parecen las de Camps y Costa, pero pertenecen a una realidad paralela. Esa voces son simultáneas a la de su inocencia, forman parte de algo que, si pasó, nunca ocurrió más que en la otredad de las partículas atómicas que desafían las leyes de la física cuántica y las fórmulas de la teoría de la realitividad. La existencia de dos realidades vitales, que no mentiras, sólo realidades paralelas, que se superponen en un mismo instante, nos permite entender que el inocente y el culpable son la misma cosa, como si sus cuerpos fueran partículas que viajan a una velocidad superior a la luz y ajenos de las dimensiones espacio temporales... Costa y Camps son inocentes, porque nadie puede acusarles de que esas realidades paralelas les sitúen simultáneamente pagando los trajes y recibiéndolos como regalos, siendo amigos de Correa y manifestando el desapego y desconocimiento más absoluto, luciendo relojes de varios miles de euros y un Casio de plástico barato. "Mis trajes son mi uniforme", han dicho hoy, "mi cuerpo no puede responder de la física cuántica" dirán mañana, antes de que les declaren inocentes en esta dimensión espacio temporal. Ya queda poco para que todo termine, y en el fondo es justo, para qué tanto sufrimiento y tanto tiempo, si la inocencia es una cuestión tan endeble como la teoría de la relatividad, lo demuestran los neutrinos y las urnas.

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