La cinta blanca (2009, Michael Haneke) es un obra cinematográfica rotunda. Una obra tan "abierta" que soporta la lectura superficial y complaciente y la más profunda reflexión sobre la estecha relación entre la violencia y la condición humana. De lecturas superficiales, he leído varias en la red, me han contado otras, y he estado tentado de acomodarme en una primera impresión, cayendo en, lo que creo, es una trampa del director para espíritus sordos.
He oído y he leído, que La cinta blanca ("Das Weiss Band: Eine Deutsche Kindergeschichte", es decir, "La cinta blanca: una historia infantil alemana" en su título en alemán) es la historia de unos niños que reaccionan con violencia ante el autoritarismo educativo de sus padres... que el relato refleja un hecho puntual en la historia de Europa en el que una generación de niños, sometidos a la autoridad calvinista y prusiana se convierten en monstruos y en el germen del nacismo. He leído y he escuchado que La cinta blanca es la historia de una sociedad violenta, la alemana, que reproduce un estado de represión permanente, de opresión social, de permanente búsqueda del exterminio del débil por el poderoso, una sociedad cuyo único estadio de purificación es la guerra, es decir, la puesta en marcha masiva de la ética de la opresión, represión y exterminio de todo el que sea débil en provecho del bienestar de los poderosos o del fuerte en cualquiera de sus concepciones sociales. He leído y he escuchado, que el relato de la La cinta blanca es un alegoría perfecta de las consecuencias familiares y sociales de la estructura patriarcal, mecanismo básico de la violencia y combustible de la represión de las mujeres y de la puesta en marcha de la guerra como forma desatada de la fuerza machista.
Quizá todas estas lecturas, y otras, sean válidas y posibles, hasta necesarias, como dijo Eco en Lector in fabula, solo hay lectura cuando el receptor se sumerge en la obra y negocia con ella. Pero en el caso concreto de La cinta blanca, creo que Haneke, director perverso e inteligente en la búsqueda de los resquicios de nuestra conciencia occidental (Funny games), hábil para jugar con el lenguaje del medio cinematográfico, siembra en esta "apertura" de lecturas el verdadero sentido de su obra. La cinta blanca trata de describir, a través de un cuento infantil y de una alegoría históricamente contextualizada, la esencia de la condición humana, la presencia en toda estructura social compleja (occidental?) de un esfuerzo por centrifugar la violencia y ponerla al servicio de los más fuertes y a disposición de la reproducción de las formas de superviviencia y de bienestar. Me ha sido inevitable percibir cierta hipocresía (propia y ajena) en quienes queremos ver en la lejanía del norte de Alemania el germen de la violencia organizada e institucionalizada, convirtiendo a los jóvenes y futuros nacis en cabeza de turco de una Europa sanguinaria y falta de compasión que tuvo y tiene en España, por ejemplo, y en su transición del fascismo a la democracia uno de los "momentos europeos" más cruentos, opacos e irreflexivos... y pendientes de suturar. Cualquier lectura que haga culpables a los "niños" y olvide que los padres "autoritarios" también fueron niños, o que enclaustre en la Alemania prenaci el sentido de su relato, deja cerradas otras lecturas para evitar que se desborden los sentimientos de culpa y de humanidad que todos arrastramos y ocultamos.
Una última reflexión, la guerra como elemento "purificador" al final del
film se puede percibir como algo lejano, o tan cercano como lo son los miles de soldados estadounidenses, daneses, españoles, etc. que se baten contra la "otredad" excolonial del Medio Oriente, una guerra por las riquezas de los "débiles" que las potencias llevaron en el 1914 a las trincheras de Centroeuropa y que ahora se dirime tan lejos y tan cerca como el universo globalizado habilita. Y una pregunta... ¿en qué guerra luchará (Afganistan?) o en qué "Guantánamo" servirá el hijo de Clareece, la protagonista de la optimista y reformista "Precious"?